martes, 31 de julio de 2012

Puerta VII - Caballero de la Oscuridad

Los días pasan de una forma totalmente caótica aquí abajo, estoy completamente desorientado frente a los sucesos que ocurren en el exterior. Cada tanto percibo movimiento en las cavernas adyacentes, siseos, zumbidos y pasos que parecen seguirme, tratando de asustarme con su presencia acechante
Me pregunto si es el Animus Deforme... 
A veces una tristeza atroz se apodera de mi corazón, de un calibre que no había sentido hacía muchos tiempo y hasta con un cariz distinto, nuevo... más feroz y profundo.
Algo en mí está siendo vaciado y drenado, y temo que eso no sea realmente lo que tenga que ocurrir... pero nunca se sabe, nunca se sabe... y me pregunto cómo puedo llegar a resolver este dilema en el que me encuentro.
Mientras tanto, continuo deambulando por estas cavernas inmesas y espaciosas por momentos, estrechas y asfixiantes en otras oportunidades. Ya ni siquiera sé si estoy descendiendo o subiendo, perdí por completo la referencia de la ubicación respecto de la superficie.

Por momentos, una oleada de energía llena de sensaciones personales y emociones colectivas sacuden las cavernas y me alcanzan con tal fuerza que me derriban, debilitándome, en el mejor de los casos; en el peor se me revuelve el estómago y expulso la poca sustancia que tengo en mi interior dejándome mas débil que un cachorro recién nacido.

Más adelante, escucho el sonido suave de agua corriendo sobre piedras, posiblemente una Fuente de Agua; con un gran suspiro avanzo e ingreso en otra caverna, en ésta se percibe algo distinto al tufo rancio de las otras, aquí hay un dolor antiguo, solitario, sacrificial y épico. 
Una gran parte de mi se siente fuertemente identificada, mi propia emocionalidad impregna este lugar que se ha vuelto sacrosanto por obra de una fuerte voluntad, por una existencia puesta al servicio de la Oscuridad en favor del cuidado y la protección de otros. Y del precio pagado por ello.
Esta es la Puerta de un Caballero de la Oscuridad.
Por primera vez en semanas, me invade un sentimiento... compasión.

Mientras acaricio esta Puerta, siguiendo el relieve del Caballero, observo hacia las alturas y escucho que allí hay vida, moviéndose en la forma de miles de seres con alas. Más allá aún... el Mundo Exterior se desarrolla en acontecimientos personales y colectivos que se mueven como los engranajes de una gran maquinaria.

- Hay una tormenta acercándose... - murmuro hacia la Oscuridad, tenuemente.
- Suenas como si la estuvieras esperando - me responde una voz desde la Puerta, que no es ninguna que yo conozca.
- Soy adaptable... o eso creía - respondo, bajando la cabeza por un momento y luego vuelvo a levantarla para mirar a la figura.
- ¿Acaso te mataron? - me pregunta la voz de manera lúgubre, sobria y gutural.
- No estoy seguro.

Me quedo en silencio, y la voz no habla más. Vienen imágenes a mi, imágenes de sus grandes hazañas, de sus grandes sacrificios, de su gesta solitaria. Parte de él está en mí. 
Entonces, el Caballero me relata las palabras que lo signaron en el fin de su leyenda:

La Esperanza está perdida, 
La Confianza está rota
Un Fuego ascenderá

Sus palabras me conmueven y pregunto: ¿Piensas que volveré?
- No lo sé - la Voz calla y luego agrega - Ya no les debes nada a estas personas. Les has dado todo. 
- No todo - suspiro - Todavía no.
- Para nosotros siempre es así.

El símbolo del Caballero brilla sobre la Puerta y los habitantes del techo de la caverna se despierten y despliegan sus alas para salir volando; las emociones arquetipicas asociadas a esta figura mítica me invade y me deja pensativo en la fría y solitaria caverna.
La Llave de este mes es el Sacrificio, un preludio de la proxima Llave.

Sacrificio   

martes, 24 de julio de 2012

Relato I - Cuenta Regresiva


El siguiente es mi primer relato presentado en el Foro de Fantasía Épica [www.fantasiaepica.com] para un concurso de relatos breves; de los primeros cinco puestos, este relato obtuvo el quinto puesto (compartido).
Abajo se adjuntan las bases para el reto literario.


La idea es escribir una historia situada en un mundo post apocalíptico, entendido como tal un mundo en el futuro o en una época indeterminada, que ha sufrido una gran catástrofe que ha arruinado y destruido el mundo tal como lo conocemos, causando la extinción total o parcial de la humanidad, en palabras simples, un mundo hecho mierda.
Ejemplos de libros post apocalípticos son Soy Leyenda de Richard Matheson, la danza de la muerte de Stephen King o la Carretera de Cormac McCarthy, y en cuanto a películas montones y montones.

Las razones del Apocalipsis pueden ser varias (epidemia zombi, pandemias, guerra nuclear, invasión zombi, crepusculo, etc, etc), incluso pueden dejar la razones del mismo en la nebulosa. El tono del relato puede ser dramático, humorístico, parodico o erótico, solo debe estar situado en un mundo post apocalíptico.

 
Cuenta Regresiva
 
Cinco…
Eran las semanas que habían pasado desde el día que el mundo se conmoviera sobre sus cimientos, acabándose la vida tal cual se conocía hasta entonces.
Lo habían llamado de muchas maneras: Profecías Mayas, La Ascensión, El Proyecto Illuminati, Activación Tánatos, La Desencarnación, El Día de los Muertos Vivos… pero para todos los sobrevivientes, simplemente, pasó a llamarse el Día de la Cosecha.
Nunca me había parecido un nombre tan certero y adecuado.
Cinco también fueron los días que había durado La Cosecha en todo el mundo, o eso decían. Días de tremenda angustia, de desconcierto, mientras los desastres naturales se sucedían en todo el planeta, que se debatía en un esfuerzo supremo por hacer lo que estaba destinado a hacer. La primera fase de su cambio largamente anunciado.
Y junto con los desastres, Ellos habían aparecido, prometiendo, coaccionando, invitando, engañando, raptando. Habían adoptado formas distintas, sugerentes y atractivas unos, horrores indescriptibles otros, para asegurarse que podían llevarse abiertamente lo que habían codiciado y escamoteado durante milenios.
Por falta de información (o exceso de ella, según se viera), nadie había podido detenerlos entonces y todo parecía indicar que tampoco se los podía detener ahora. Aunque me niego a creer tal hecho, porque siento que aún hay esperanzas.
Cinco también éramos los sobrevivientes de un grupo de quince personas.

- ¿Crees que vendrán? – preguntó ella, pero en su voz aguda no había una real pregunta, sino una monotonía nerviosa mientras miraba por la ventana tapiada de la iglesia hacia el pueblo muerto, con sus casitas abandonadas y chamuscadas, pero no deshabitadas.
Definitivamente, no deshabitadas.
- Si – respondí, sin dejar de revisar los tablones – Escapamos por los pelos de esa plaza, y el sol todavía los detiene ahora, pero vendrán… incluso antes, tal vez.
- ¡Pero si nos atacaron al amanecer! Están ahí afuera, esperando a que salgamos.
En parte, tenía razón.
Habíamos entrado en el pueblo demasiado confiados en lo pequeño y abandonado que se veía. Ninguno de nosotros había esperado que tan cerca del amanecer esas cosas salieran en un último intento de conseguir comida; o habían evolucionado, o estaban igual de desesperados que nosotros por conseguir alimento fresco.

Cuatro…
Eran los signos que habían aparecido en el cielo nocturno aquel día de Diciembre, cuatro también habían sido las columnas de fuego avistadas en América del Norte, Europa, Asia y Australia. Habían sido los precursores del desastre final y aunque yo no había podido verlos, sí había podido sentirlo como un puñal en el corazón. Había gritado hasta quedarme afónico.
Millones de personas desaparecieron cuando Ellos vinieron y se los llevaron en medio del caos, dejando atrás las retorcidas carcasas de los Elegidos… o de sus víctimas.
Los que quedamos, los que resistimos, los que luchamos, o simplemente los que fuimos descartados, tampoco terminamos de ponernos de acuerdo al respecto de la clasificación de los desaparecidos: elegidos o víctimas; sea como fuere, en lo que todos acordamos era en el hecho que desde entonces nos habíamos convertido en presas.
Cuatro eran los autos en los que habíamos llegado (ahora fuera de nuestro alcance); cuatro eran también las balas que nos quedaban en la única arma que conservábamos.

- Si, están ahí, pero todavía los detiene. Los volvió más lentos – murmuré y, antes de que se entablara una discusión, desvié la conversación - ¿Cómo están…?
- El doctor agoniza, su mujer está destrozada… - dijo, con la voz quebrada al recordar lo que nos habían dejado en esta situación – Perdió a su hijo. No debimos venir…
- No había otra opción, y lo sabes – la voz grave de él apareció en escena y, pese a todo, me sentí aliviado de que estuviera cerca – No haremos escándalo otra vez.
- ¡Dios, era un niño! – gritó ella con el rostro desencajado.
Su voz se extendió por la nave de la iglesia, levantando ecos, atrayendo la atención de la madre destrozada; a su lado, su esposo agonizaba por las heridas del violento ataque. Por un momento, la mujer nos miró, luego su llanto se elevó en el aire silencioso.
No sentí pena alguna por la mujer; algo en ella había provocado nuestro desastre actual.
- No pronuncies eso, no lo invoques. No existe – gruñó él aunque le valió una mirada feroz de parte de ella – Y si existe, somos su alimento.
En cierto punto me sorprendió su reacción; había desprecio por la expresión religiosa (como siempre), pero, en esta oportunidad, también había cierto temor, inseguridad.
- Era sólo una expresión – adujo ella, con un rictus agrio en su boca.
Guardé silencio, esperando que él dijera algo; pero no lo hizo. Era un hombre de pocas palabras antes, y ahora era más hosco que de costumbre. Deseé que ella se callara, pero no ocurrió.
- Fue tu idea que viniéramos aquí, podríamos haber aguantado más en campo abierto – dijo con voz acusadora – Estamos atrapados, y una madre ha perdido a su hijo…
- … y ese hijo se arrastrara hacia ella para comérsela – dijo sin levantar la voz.
Yo suspiré, ella se sobresaltó y él prosiguió con cruel veracidad: - Se levantará convertido en una Larva y vendrá tras su madre. Con mala suerte para nosotros, será una Sombra. Los cuerpos pequeños a veces resultan más viables para esas cosas.

Tres…
Solían ser las horas requeridas para ver si un cuerpo sin vida se convertía en recipiente del horror y de lo cósmico, de la biología corrupta y contrahecha de una evolución demente, y de un alma torturada condenada a la carne. Aunque esa última parte (mi hipótesis) no podía comprobarla, y era un motivo de discusión entre él y yo.
Tres veces había visto a un cuerpo muerto levantarse, convertido en una Sombra, arrastrándose, chillando como un niño, gruñendo como una bestia, sorbiendo y regurgitando mucosidad.
Tres también habían sido las veces que había sobrevivido a un encuentro mortal con una de esas cosas; algo en mi interior había sido más fuerte que la voracidad y el caos. Era por eso que yo creía en las palabras que dije entonces, aunque no me creyeran luego, tratándome de loco.

- No se te ocurra decirle nada de eso – advirtió ella con un hilo de voz – No te atrevas a ser tan cruel, ya lo sabe. Lo ha visto pasar a otros. Todos lo hemos visto.
-  Nunca le había pasado a ella – dijo él, tranquilo – Larva o Sombra, su hijo la buscará… lo verá y querrá recuperarlo; y esa cosa la llamará. Si sobrevivimos... – se interrumpió – Más nos valdría encerrarla, no podemos cuidarla y no creo que nos sea de utilidad en su estado.
- ¿Encerrarla…? – preguntó, horrorizada - ¿Y por qué no los abandonamos también?
- Tiene razón, hay que atarla – dije – Si viene, la atormentará tanto que hará que se entregue o la volverá contra nosotros; no podemos darnos ese lujo. No se alimentan solamente de carne… al menos no todos lo hacen, algunos parecen sacarle mas provecho al sufrimiento emocional.
- No voy a atarla –  al cabo de unos segundos, contrariada, agregó – Hablaré con ella.
Dicho eso, se marchó. No obstante, él se quedó donde estaba, también podía sentir sus ojos sobre mí, aunque no sé qué le estaría pasando por la mente.
- La terminará atando – sentenció y agregó – Y si no, lo haré yo.
- No lo dudo – respondí, asomándome por la ventana, y mi voz sonó demasiado áspera.

Dos…
Habían sido las veces que lo había esquivado, rehusando a estar a solas con él desde que habíamos entrado en el pueblo. Pese al peligro y lo apurado de la situación, seguíamos enojados, los sentimientos que nos unían eran contrapuestos, siempre lo habían sido… nuestro fin en el Apocalipsis parecía que no iba a cambiar eso.
Dos eran también nuestras posturas al respecto, nuestra forma de entender el mundo y lo que le había pasado al mundo: él era racional y científico, y actuaba en consecuencia con lo que su mente podía entender. Era excelente, y lo admiraba por ello. Yo era emocional e intuitivo, y creía en lo que surgía de mi corazón, incluso a veces escuchaba “voces”, y eran esas voces las que reforzaban mi voluntad en momentos de crisis. Creo que eso, lejos de asustarlo, a él lo atraía.
Cuando me asomé por la ventana tapiada, también dos eran las criaturas que se estaban acercando, velozmente pese a la luz de la tarde.

- ¿Me culpas por esto? – me preguntó él, con enojo y angustia en su voz.
- No, era un riesgo posible. Y tampoco por lo otro – contesté y traté de transmitirle toda la verdad de mis palabras con los ojos antes de agregar – Hay dos de esas cosas afuera.
Él había empezado a sonreír, más por mi mirada que por mis palabras, pero la sonrisa se le esfumó del rostro; se asomó para observar entre las rendijas a las dos figuras retorcidas que se movían hacia nuestro refugio.
- Vienen más – gruñó – No se parecen en nada a los zombies y vampiros de las películas que me obligabas a ver antes de ir a dormir – murmuró él con ese humor que lo caracterizaba, llevándose la mano al arma que llevaba oculta en la espalda – Evidentemente no son vampiros, el sol ya no los está afectando.
- Tampoco se parecen a tus aliens de documental – suspiré y cerré los ojos, temblando; ver cómo se movían esas cosas me provocaba náuseas – Esto no puede terminar así.
El corazón empezó a latirme desbocadamente, mi respiración se aceleró; podía sentir el horror que estaba congregándose afuera nuestro, podía escuchar una letanía sin palabras que quería lo que nosotros seguíamos teniendo y que ellos habían perdido.
Entonces, él me tomó de la mano y me condujo rápidamente hacia el altar. Las dos mujeres estaban una al lado de la otra, con el cuerpo del esposo de una  de ellas moribundo sobre la mesa de mármol. Él y yo nos detuvimos en la pequeña escalinata.
- No terminará… - susurró él, miró hacia la cruz y más allá de la figura de Cristo; con torpeza dijo algo que nunca creí que escucharía – No sé qué es, pero… siento que no terminará aquí. Creo en esto – aferró mi mano con la suya y se la llevó al corazón – Creo en ti, en lo que dijiste.
- Era un lugar santo antes – murmuré, conmovido por su mirada sincera – tal vez podamos devolverle su carácter sagrado. Ten fe.

Uno…
Solo fue el grito que se elevó fuera de la iglesia, escalofriante y triunfal, angustiado y cruel, lleno de odio por los vivos. Se le sumaron otros, respondiendo a la convocatoria.
Uno solo fue el chasquido de la puerta principal cuando empezó a astillarse, uno solo fue el grito sobresaltado de ella cuando una garra purulenta atravesó la madera.
Sólo vi a una de las criaturas entrar, luego cerré los ojos.
Una sola vez escuché el seguro del arma, lista para disparar las pocas balas que quedaban. Una sola vez él susurró: - Estoy contigo – mientras aferraba mi mano, más fuerte.
Una sola vez pronuncié en alto las palabras: – Terra et Vente, Ignis et Pluvia…  defendete nos…
Una sola vez sentí surgir la Luz, luego fui uno con la bendita Oscuridad.


Los Elegidos