El siguiente es el cuento que presenté para el Reto Viajes en el Tiempo del mes de enero en el Foro de Fantasía Épica [www.fantasiaepica.com]; en esta oportunidad, dicho cuento fue reconocido con el quinto puesto de los 5 más votados. Una bonita manera de volver al podio.
Se trata de un cuento en extremo personal y con el que me sentí dichoso de poder narrar, tanto por la temática del reto, como por las vicisitudes de sus protagonistas. Sin lugar a dudas, junto con "Mañana" [sin publicar] es de los más íntimos que he escrito.
A continuación, las bases del reto en cuestión:
¿Qué pasaría si el día de mañana se descubriera la forma de viajar en el
tiempo? ¿Cómo afectaría eso a nuestra historia? ¿O es que quizás
nuestra historia ya esta determinada de antemano por este hipotético y
futuro descubrimiento? ¿Podría nuestro yo del presente asesinar al yo
del pasado? ¿Existe una sola línea temporal, un solo universo de
existencia empírica? ¿O es que acaso coexisten innumerables microcosmos
distintos? Con todas estas paradojas –y muchas más- pretende “jugar”
este reto, estableciendo así como único requisito general que las
historias relaten las peripecias de un viajero temporal o, en su
defecto, las consecuencias que puede ocasionar un salto en la línea
espacio-tiempo.
1- Por tanto, la única condición en cuanto a la escritura será la inclusión de alguna relación o alusión a los viajes temporales. Se admitirá cualquier mundo, existente o no, pasado, presente o futuro, y cualquier tipo de narración que se atenga a esta única condición.
2- Se establece, asimismo, un límite máximo de 3000 palabras, y será automáticamente eliminado del concurso aquel que superara dicho linde, aun cuando lo hiciera por una sola palabra. Esta condición se introduce en este reto a fin de evitar los contratiempos y confusiones de los concursos anteriores. No hay mínimo
1- Por tanto, la única condición en cuanto a la escritura será la inclusión de alguna relación o alusión a los viajes temporales. Se admitirá cualquier mundo, existente o no, pasado, presente o futuro, y cualquier tipo de narración que se atenga a esta única condición.
2- Se establece, asimismo, un límite máximo de 3000 palabras, y será automáticamente eliminado del concurso aquel que superara dicho linde, aun cuando lo hiciera por una sola palabra. Esta condición se introduce en este reto a fin de evitar los contratiempos y confusiones de los concursos anteriores. No hay mínimo
- Allí estás -
Para muchos, el Tiempo es un
Río lineal que lleva a un Océano eterno; para otros, es una Torre cuyas
escaleras espiraladas conducen hacía ignotos mundos posibles.
Dependiendo de quiénes y cómo
lo veamos, el Océano es una certeza inmutable mientras que la Torre es una
incertidumbre por la que algunos nos arriesgamos a subir; a veces antes de tiempo.
De cualquier manera que se
enfoque, con la experiencia de ambas realidades, las almas descubrimos que son
los momentos en el Tiempo los que perduran, los que nos movilizan y guían.
Son pocos los espíritus que
han podido comprenderlo, porque muchos dejan ir sus oportunidades, alterando su
línea, repitiendo y perturbando la de los demás.
Dejó
la pluma y releyó lo que había escrito; una sensación de satisfacción personal
invadió su corazón. Luego levantó la vista y contempló el sendero que conducía
al antiguo bosque; estaba desierto, sin nadie a la vista.
Suspiró
y, tomando la pluma, volvió a escribir mientras el sol descendía en el
horizonte.
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Una
vez más la pesadilla empezaba, desarrollándose con una lentitud que lo
desesperaba.
Corría
demasiado lento hacia la puerta de madera, furioso por llegar a tiempo y
encontrarla a salvo. Gritaba su nombre aporreando la puerta, pero nadie
respondía a sus llamadas. A su espalda, Hausk lo alcanzaba, instándolo a que la
derribara. La vieja madera ofrecía resistencia pero cedía al segundo embate de
su hombro. Dentro de la habitación, Damher sonreía de pie ante el cuerpo sin
vida de Muller. Ella tenía la mirada perdida y la sangre manchaba su vestido a
la altura del vientre, él sostenía el puñal que la había matado.
Se
abalanzaba iracundo dispuesto a matar con su espada al sonriente asesino, pero
Hausk lo empujaba a un costado evitando que el secuaz de Damher lo atacara a
traición. Un relámpago estallaba y el seguidor de su enemigo caía al suelo,
fulminado por el hechizo. Veía a Damher acercarse con su puñal a Hausk pero
esta vez era él quien se interponía para hacerle frente. Rodaban por el suelo,
golpeándose con brutalidad hasta que el asesino encontraba la muerte con su
propia arma.
Antes
de morir Damher todavía reía, burlándose de su verdugo:– ¡Siempre tarde, Lowen!
¡Nunca entiendes nada, siempre perderás todo! ¡Los Hados te maldigan a ti y a
todos los que lleguen a tu vida!
Se
apartaba de él para reunirse con el cuerpo de su amada Muller. Arrodillado a su
lado, la sostenía en su regazo, abatido. La mano de Hausk se posaba sobre su
hombro y él intentaba soltarse en vano. Pero Hausk siempre insistía.
Una
vez más, aquella delgada mano lo arrancaba, lo salvaba, de la pesadilla. Y lo
dejaba en la cruda realidad.
–Despierta,
Lowen –murmuró Hausk–. La Luna se acerca a su posición. Despierta, Hijo de
Geist, y medita acerca del sendero que te ha traído hasta aquí.
Sin
decir más, Hausk del Clan Leiden, se marchó pues también debía meditar antes de
realizar el ritual. Lowen se quedó acostado, mirando el cielo estrellado.
Habían
pasado cinco años desde el asesinato de Muller, años de pesadillas, de
búsquedas, pérdidas y venganzas, pero no de liberación. Habían solicitado la
ayuda del Círculo de Magos, pero aquellos vejestorios les habían negado su
ayuda, desalentando cualquier acción. Cuando Lowen había jurado no rendirse,
Hausk lo siguió y pagó un alto precio al llevar su fidelidad al extremo en
aquella empresa. Desde entonces cargó con el peso de la proscripción del
Círculo.
Pese
a aquella lealtad, la relación de Lowen y Hausk siempre había sido compleja; y
el asesinato de Muller no la había mejorado. Los años pasados juntos habían
transcurrido plagados de fuertes discusiones que giraban en torno a la obsesión
de Lowen.
–La
locura se ha apoderado de ti, Hijo de Geist –solía decirle con voz indignada.
–El
amor suele serlo, ¿no es sobre lo que cantan los bardos que tanto estimas y con
los que te revuelcas para encontrar calor en la noche? –respondía Lowen,
hiriente.
Sin
hacer caso a sus pullas, controlando su temperamento para no saltarle encima
como ya había ocurrido en otras ocasiones, Hausk retrucaba: –¿Es el amor el que
te arroja al camino o la negación de la tumba que visitas cada año?
–Muller
está muerta por defenderme…
–No,
está muerta porque era una culebra traicionera. Nos vendió a Damher a cambio de
piezas de oro. No le importaba nada, y mucho menos tus sentimientos.
–¡No
te atrevas! –gritaba Lowen enfurecido–. Sé que no la querías y desconfiabas de
ella, pero no era como tú crees…
–¡El
poder de sus muslos y sus ubres siempre te dominaron! ¡Aún lo hacen, maldita la
hora en que se cruzó contigo! ¡Malditos los Hados por cruzarme contigo!
–¿Y
qué quieres que haga? ¿Abandonar? Ella era mi todo.
–No
tendremos esta discusión otra vez –interrumpía Hausk con voz áspera, aunque
luego la suavizaba lo suficiente como para decirle:– Lo que yo crea de ella, a
ti no te detendrá. No lo hizo antes, no lo hará ahora. Serán los dioses quienes
te enseñen, si es que debes aprender.
–¿Aún
me ayudarás?
–Hasta
mi último aliento, lo juro por la Diosa.
Desde
entonces, habían recorrido gran parte de las Tierras Salvajes, buscando el conocimiento
necesario. Hacía un mes atrás, Hausk había encontrado la pieza clave para
realizar el deseo de Lowen de viajar en el tiempo.
Todo
confluía en aquella noche de invierno donde la Luna se elevaba llena sobre el Círculo
de Piedras Sagradas; Lowen se puso de pie y fue a reunirse con Hausk. No había
nada más que recordar, era el momento de actuar.
–Aquí
estoy, decidido a forjar el destino –sentenció mientras penetraba en el círculo.
Hausk
se giró para mirarlo y sus ojos verdes refulgieron mientras el cristal purpúreo
que llevaba colgado al cuello parecía emitir un suave destello. Por un momento,
Lowen fue consciente del poder que lo rodeaba y la presencia de Hausk le
resultó perturbadora; tal vez por ello sintió que flaqueaba su resolución.
–Dime,
¿por qué no puedo sólo impedir su asesinato? –preguntó, para romper el incómodo
silencio.
–Porque
el Tiempo es una sustancia que se congela a medida que lo dejamos atrás, como
un cristal lleno de facetas a través de las que podemos ver, pero sin poder
cambiarlas –explicó con calma–. Puedo enviarte al ayer si quieres, pero serías
un fantasma y tarde o temprano volverías aquí. Sólo el hoy cuenta; una vez que
vas hacia delante, no puedes regresar porque el mañana se convierte en el hoy
–esbozó una sonrisa y preguntó:– ¿Estás seguro de seguir?
–Sabes
la respuesta. Alcanzaré a su alma en el tiempo más allá de Anwen –dijo,
recuperando poco a poco la seguridad que lo había impulsado durante años.
–Aún
cuando la encuentres, no podrás volver. Renunciarás a tu vida ahora para irte,
tal vez antes de tiempo. ¿Harías eso por ella?
–Es
mi amor.
–¿Cómo
puedes saberlo?
–Lo
sé –al ver la falta de convicción en aquellos ojos verdes, explicó:– Sabremos
si es amor si tu magia funciona, ¿no has dicho que sólo a través del amor
verdadero se abrirán las Puertas de Anwen?
–Sí,
sólo esa magia ancestral puede hacerlo –murmuró Hausk con la mirada perdida,
pensativa.
–Alcanzaré
el alma de Muller allí a donde haya ido –afirmó y agregó con decisión:– No
tengo nada que me retenga. Estoy solo, soy un hombre sin iguales.
Hausk
meditó aquellas palabras y en su corazón supo lo que tenía que hacer; ciertas
cosas habían tomado un rumbo y ya no podían modificarse. Sólo restaba aceptar
el juicio de los dioses.
–Entonces,
que el amor te libere –sentenció–. Nunca olvides, Lowen, Hijo de Geist, que el
amor es el que te encuentra, nunca a la inversa. Sólo podemos elegir qué hacer
con ese amor; lo recordarás cuando todo se repita y lo demás se haya
desvanecido.
Se
miraron en silencio; Lowen se acercó y, extendiendo la mano, dijo:– Sé de tu desaprobación
con mi empeño, pero que los dioses te recompensen por todo lo que has hecho.
–Que
los dioses te acompañen –fue toda la respuesta que obtuvo.
Hausk
retrocedió y se colocó en el centro del círculo de piedras. Extendió los brazos
hacia el cielo y elevó su cadenciosa voz en un cántico melancólico. Una suave
brisa agitó su cabello largo y negro, con cada verso que entonaba ejecutaba un
paso de danza ritual.
Escucha mi súplica, Arianrhod
Desde de mi corazón te llamo
Por el Poder del Agua, el
Fuego, la Tierra y el Aire
¡Deja que mis manos abran las
Puertas de Anwen!
Lowen
sintió oleadas de energía emanando desde el centro del círculo. El vello del
cuerpo se le erizó, un hormigueo excitante subía por sus piernas hasta concentrarse
en su sexo; el corazón latió más fuerte hasta que comprendió que su cuerpo
estaba respondiendo a las palabras y a la danza de Hausk.
Escucha mi pedido, Arianrhod
Con mis pensamientos te invoco
Acepta la ofrenda del amor
¡Deja a éste Hijo de Hombre rendir
su cuerpo!
Sensaciones
de alegría y euforia embargaron a Lowen; al ver la figura danzante del centro,
percibió tristeza y pasión. Se sentía conectado con la Naturaleza, que
palpitaba furiosa, observando expectante la magia que había sido desatada.
De
forma tenue al principio, vio pequeñas luces titilantes surgir de la tierra que
empezaron a moverse, como si se tratara de una pequeña procesión circular; muy pronto
las lucecillas comenzaron a ascender en el aire, creando una columna de
estrellas.
¡Escucha mi voz, Arianrhod!
¡Deja a éste Espíritu marchar
de su tiempo y lugar!
El
viento rugió como si se lamentara. Las estrellas envolvieron a Lowen mientras
que imágenes contrapuestas lo invadieron al ascender. Se vio a sí mismo persiguiendo
a Damher y dándole muerte cuando mató a Muller, vio a Hausk cuidándolo los
meses siguientes y contempló las discusiones y los enfrentamientos posteriores.
Nuevas imágenes se superpusieron a estas, óleos volátiles que mostraban a Muller,
ahora viva. Llevaba puesto un vestido corto que dejaba a la vista sus piernas,
su pelo rubio mostraba un corte diferente, sus labios estaban pintados de un
rojo sanguíneo, ella y él caminaban hasta un altar que en nada se parecía a los
templos en los profundos bosques de su tierra natal, carros extraños los
rodeaban, moviéndose sin caballos que tiraran de ellos.
Por
unos instantes Hausk y su vida actual parpadearon con intensidad; luego se
desvanecieron por completo, dando lugar a la nueva vida.
Entonces…
…despertó
sobresaltado. Sin saber dónde estaba permaneció quieto, respirando con agitación
hasta que la sensación de desconcierto fue disipándose y volvió a reconocer el
techo de su apartamento.
Aquél
había sido el sueño más extraño que Jake Lowen recordaba haber tenido. Se
incorporó para quedarse sentado a los pies de su cama; apoyando los codos sobre
sus muslos se rascó la mejilla y miró con hastío a su alrededor. En realidad no
observaba nada, su mente estaba aún enfrascada en el intenso sueño. En ningún
momento se preguntó el motivo de tal sueño, tal vez sí la forma del mismo, pero
no su motivo. Sabía muy bien la causa.
–Cariño,
llegarás tarde al trabajo, debes irte –dijo una voz femenina.
Jake
cerró los ojos cuando sintió los brazos de ella rodearle el pecho desde atrás,
dándole un beso en la mejilla. Sin decir más nada, Caroline Muller se levantó y
desfiló con su curvilíneo cuerpo por el dormitorio hasta salir de allí; su
esposo se quedó sentado, escuchándola abrir el agua de la ducha.
–Hija
de puta –murmuró Jake con acritud. Tomó su celular y esperó que le contestaran:–
Daryl, necesito verte hoy a la noche. Sí, sí, estoy bien. Te cuento todo cuando
nos veamos en el bar de siempre, adiós.
Cuando
Caroline salió de ducharse, Jake entró. En ningún momento volvieron a cruzar
palabra.
–Me
engaña con George Damher –soltó Jake de buenas a primeras–. La descubrí hace
una semana, se ven a escondidas; no sé desde cuando pero lo tienen todo muy
bien pensado –miró a su acompañante y susurró–. Vamos, dí “te lo dije”.
Daryl
Hausk había guardado silencio durante todo el relato, sólo sonrió al escuchar
ese último comentario. Dio un trago a su cerveza, luego le preguntó:– ¿Qué
harás?
–Separarme,
supongo. Las cosas estaban jodidas hace rato; tal vez incluso antes de
casarnos.
–Hey,
hey, detente allí, no sigas –dijo Daryl apretando su hombro–. No sirve hacerse
reproches, ahora debes concentrarte en qué hacer.
–No
te pediré que me mandes al futuro para buscarla, eso seguro –sentenció Jake y
lanzó una carcajada llena de humor, se rió de su chiste ante la atónita mirada
de Daryl.
–Creo
que me perdí de algo.
Entre
risas, Jake empezó a narrarle el sueño que había tenido la noche anterior,
contándole todo lo que recordaba.
–Estás
loco, hombre –bufó.
–Puede
ser, no lo discuto –guardó silencio unos segundos–. Pero no puedo dejar de
notar que llevas un colgante de cristal violeta al igual que en mi sueño, y
nunca te lo había visto antes.
-¿No
podías ver que tu matrimonio naufragaba y te fijas en si llevo o no una piedra
encima? Jajaja, vamos, Jake –se burló con ganas Daryl–. Fue un sueño en función
del estrés sentimental. Ahora, según dices, el viaje en el tiempo sólo podía concretarse
si el amor era verdadero, ¿cómo pudo funcionar? ¡Es evidente que Caroline fue,
es y será una perra!
–Pensé
que tú lo podrías responder –contestó encogiéndose de hombros, luego apuró su
jarra de cerveza–. Se lo preguntaré a mi psicoanalista mañana.
–Tal
vez no fue tu amor por ella, sino mi amistad por ti lo que abrió las puertas.
¡Mira que hay que seguirte años en esa obsesión! –indicó Daryl mientras juntaba
sus cosas y se ponía de pie–. No hagas tantas preguntas, Jake. Hay algo cierto,
el pasado no puede cambiarse, el presente y lo que tenemos frente a nosotros es
lo que cuenta. El amor te encuentra y tú sólo tienes que decir: “oh, allí estás,
todo el tiempo estuviste allí”.
–Yo
tengo sueños raros, pero tengo la decencia de tenerlos dormido. ¡Tú reflexionas
en plena vigilia! Déjame invitarte –murmuró Jake mientras dejaba dinero sobre
la mesa–. ¿Te llevo? Tengo el auto a unas cuadras…
–Descuida,
no estoy lejos de casa. Quiero caminar.
Le
dio un abrazo y, por un momento, Jake no quiso que se terminara; a su mente le
vino el recuerdo de Hausk en el sueño, despidiéndose. Tal vez percatándose del
estado emocional, Daryl lo abrazó con más fuerza y empezó a reírse.
–Aunque
se siente agradable tanto afecto, tengo que irme, grandote. Llámame si me
necesitas.
Cuando
se separaron, Daryl se marchó y miró una sola vez hacia atrás, le sonrió y
levantó la mano. Jake correspondió con un saludó mientras contemplaba
cómo la luz de la luna llena los iluminaba.
Al
volver a su apartamento, Jake se sentía mejor; aunque no hablaran
exhaustivamente del tema, ni encontrara una solución, la mera compañía de Daryl
le había cambiado el humor. El apartamento estaba vacío; encontró una nota de Caroline
sobre la mesa: “salí con mis amigas, no
me esperes”. Dejó la nota a un costado; podía ser cierto como podía ser la
coartada para irse con George Damher. Ya no le importaba, por primera vez en
años se sentía libre.
Pensó
en su inconsciente, que intentaba mostrarle cosas a través del sueño, y recordó
las palabras de Daryl Hausk, las del sueño y las de la vigilia.
–Allí
estás… –murmuró al aire–. Parece fácil…
Su
celular lo arrancó de sus reflexiones abruptamente; al ver el identificador,
sonrió: “Daryl Hausk”.
Atendió
y dijo:– Hey, allí estás. Si llamas para…
–una voz grave y desconocida le preguntó si era familiar de Daryl–. No, pero
soy un amigo ¿Quién…? ¿Accidente? ¿Cómo…? Bien, sí… sí… Hospital Dominion, voy
en camino.
Horas
después, Jake había vuelto a su apartamento; llamó a Caroline pero nadie
contestó. Estaba solo, su mujer no había vuelto. Arrastró los pies mientras
caminaba hacia su dormitorio, con la mente aturdida de las voces de los policías
“…debe haber pasado por un lugar
equivocado, en un momento equivocado… intentaron robarle, se defendió…” y
la del médico “…hicimos lo que pudimos,
lo siento… tenía muchas puñaladas…”
Llegó
hasta su cama y se desplomó, mirando el techo apenas iluminado por las luces del
exterior. Rebuscó en el bolsillo de su camisa el colgante de amatista de Daryl
que el médico le devolviera; lo contemplo a la tenue luz, pensando: “¿Yo elegí venir aquí? ¿Por una mujer que me
traicionó dos veces? ¿Estoy loco? Perdí, otra vez. No importa lo que haga”
¿Había
avisado a la familia de Daryl? No estaba seguro. El tiempo era algo raro,
descubrió que las emociones lo fragmentaban. Se preguntó si así era como había
conseguido viajar, porque no tenía ninguna duda que una parte suya había
viajado desde lo que él consideraba un sueño.
Del
mundo antiguo que había venido la magia reinaba y había sido posible hacer el
salto, en esta época del mundo la magia no existía. ¿O sí? Tomó la piedra y pensó
en su sueño, en las emociones que lo invadían y su reflexión de que las emociones
fragmentaban el tiempo. ¿Sería posible?
Llevó
el cristal a su corazón y empezó a recordar las palabras pronunciadas aquella
noche de luna llena; como la que había ahora.
–Escucha mi súplica,
Arianrhod… desde mi corazón te llamo…
Sintió
un gran calor entre sus manos irradiando desde su pecho; creyó ver una procesión
de luces plateadas en torno a la cama. Cerró los ojos y continuó la letanía.
Antes de sumirse en un sueño profundo, sintió que una presencia femenina, llena
de fuerza y bondad, lo sostenía en la negrura, catapultándolo hacia las
alturas.
La
oscuridad dio paso a la luz, al bosque, al cielo crepuscular. A lo lejos se
perfilaba una figura sentada que esperaba mientras escribía.
El corazón le latió con fuerza, esta vez no se equivocaría.
Hausk y Lowen a lo largo del Tiempo, muchas formas de un mismo amor |
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